DE MI HISTORIA

Cuando el artista plástico y amigo Wilfredo Carballido pidió que fuera yo quien le escribiera las palabras al catálogo para esta expo virtual, lo asumí como un premio, y no es ni hipérbole ni metáfora, pues cuando un paisajista de esta talla lo escoge a uno para describir con la palabra lo que es casi indescriptible –mi lexicografía se queda huérfana ante la gama de colores que habitan en su paleta-, sencillamente lo está premiando.

Desde hace muchos años escuchaba hablar del violetero que era capaz de darle a los paisajes la misma vida que les otorgaba la naturaleza. El destino quiso que lo conociera en el mismísimo patio de mi casa cuando, en el año 2007, un grupo de artistas plásticos de la provincia realizaban el mural Alcemos esta muralla, de la Fundación Nicolás Guillén. Mi idea de Carballido, del que tantos elogios ya había escuchado, se desmoronó cuando lo conocí, pues lo imaginaba un ser tocado por la aureola de las bellas artes y es todo lo contrario: las bellas artes las lleva bien adentro, en el corazón; por fuera se me antojó un hombre sencillo, de esos que pasan casi inadvertidos.

No sé si se pueden usar las palabras al catálogo de una expo para agradecer, pero lo voy a hacer aunque rompa ciertas reglas. Nunca es tarde para dar las gracias -y yo las hago públicas catorce años después-, no sólo por la impronta que dejó este artista en el mural, sino por el díptico que me regaló ese mismo año: dos paisajes premonitorios anunciando lo que le ocurrirá al planeta si la humanidad no detiene la alarmante devastación de la naturaleza.

Wilfredo Carballido, como buen paisajista de alma y de oficio, no deja un instante de recrear ríos que se pierden en la maleza; lagos bajo cuyas aguas deambulan peces que esperan por el pintor para asomarse a la superficie; trillos que se pierden entre una arboleda patrimonio exclusivo del campo cubano –no sólo me refiero a las palmas-; y todo eso envuelto en esa luz que caracteriza la pintura.

Por: Larry Morales

 

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